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LA REFORMA UNIVERSITARIA AVANZA

2011  AÑO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA 

POR UNA REFORMA VINCULANTE,CONSTITUYENTE, DELIBERATIVA Y RESOLUTIVA

 LA REFORMA UNIVERSITARIA DEBE SER UN PROCESO NO UN CONGRESO

REFORMA UNIVERSITARIA

El Cambio Universitario es un Problema de Naturaleza Sociopolítica y Ética Acerca de lo Académico

Manuel González Ávila

Guatemala, 4 de febrero de 2011

 

Un proceso reflexivo acerca de la Universidad, uno que tenga pretensiones de provocar cambios sustanciales, haría bien en considerar que el objeto de su atención es toda una complejidad de carácter social, político y ético, por el hecho de que se trata de una institución que tiene ciertas relaciones, normas, características y dinámicas internas y externas como conglomerado humano. Dicho objeto de estudio es, además, un asunto ético porque las aspiraciones, los contenidos, los procedimientos y lo que en última instancia deseamos como resultado tienen dimensiones morales. Son constituidos por nuestras concepciones de lo que debe ser, los valores que mueven nuestro discurso y nuestras acciones, y los procedimientos que pensamos que son los correctos. Muchas veces, por ejemplo, vemos conflicto entre discursos y prácticas que cultivan la verdad, la justicia, la comunicación y la solidaridad, contra los que se afilian a intereses egoístas o autoritarios.

El reconocimiento de tal complejidad social, política y ética en los procesos de cambio universitario, como un asunto central que hay que atender, es fundamental porque los cambios necesarios deberán tener esa misma naturaleza compleja, cuando discutimos asuntos institucionales. El pensamiento simple y reduccionista no da para mucho. Esto es, si esperamos algo más que cambios formales. Tampoco puede ser sólo una maniobra social o política desvinculada de las prioridades académicas, una tentación siempre presente en muchas de las discusiones universitarias de los últimos años.

En otras palabras, el cambio necesario, aparte de que debe alejarse de cualquier forma de mediocridad, improvisación o superficialidad, no puede intentar ser sólo filosófico, científico, técnico o cultural. De esa forma sólo llegamos a dejar elegantes documentos, con productos sólo discursivos, como lo demuestra los últimos intentos  de cambio. Debemos apuntar a que el cambio institucional abarque aspectos relacionales, procedimentales y organizacionales, necesariamente.

En otras palabras, no podemos esperar que los “conceptos” nos llevarán a los fines esperados porque lo que necesitamos no es sólo conocimiento. Lo que esperamos son cambios profundos en las voluntades, las convicciones, las costumbres y las perspectivas. Lo que necesitamos urgentemente como Universidad es modificar nuestras maneras de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje, lo que entendemos por investigación y extensión universitarias. Necesitamos cambiar en el corto plazo lo que entendemos por administración de lo académico y qué modalidades del ejercicio de la política consideramos compatibles con los fines universitarios y académicos. Por eso mismo, debemos tener plena conciencia de los grandes retos que plantea la actual coyuntura. Por eso mismo también, los procesos de transformación deben ser principalmente sociopolíticos, al mismo tiempo que éticos.

La concepción, la participación y las acciones de las que hablo cuando me refiero a lo político no son las que son usuales en los partidos políticos de Guatemala, ni el tipo de maniobra que actualmente tiene tanta vigencia en la Universidad. En ese sentido hay que hacer una salvedad, puede ser aceptable y hasta conveniente que haya universitarios que ejercen la política partidaria, siempre que éstos no constituyan una fuerza hegemónica, ni ejerzan cargos directivos o se conviertan en instrumentos de intereses ajenos a los universitarios y, además, siempre que exista una cultura institucional con los mecanismos necesarios para sostener bajo control a la política maniobrera o sectaria. Pero el problema es que la reducción de la práctica política a casi sólo esta última modalidad en la Universidad, como tantas veces se observa en la situación actual, ha llevado a la instrumentalización de la Universidad hacia fines ajenos, egoístas, y hasta contrapuestos a los legítimos universitarios. El principal compromiso que ha tenido esa criticable forma de hacer política en la Universidad no es con la Universidad. Es dirigido por la lealtad a intereses egoístas y a sus principios, siendo ellos son distintos de los universitarios. Los ejemplos están a la vista.

Lo que entiendo aquí como lo político es el conjunto de procesos de relación social que son constituyentes de pensamientos, expresiones, acciones, programas y cambios organizativos que tienden a crear (o fortalecer) movimientos que son legítimos para responder a los retos del contexto hacia un futuro deseable. Para el caso, sirven muy bien los conceptos de Chantal Mouffe[1]:

“Por ‘lo político’, me refiero a la dimensión del antagonismo que es inherente a las relaciones humanas, un antagonismo que puede tomar muchas formas y emerger en diferentes tipos de relaciones sociales. ‘La política’, por otro lado, indica el ensamblaje de prácticas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que son siempre potencialmente conflictivas porque son afectadas por la dimensión de “lo político”. Considero que sólo cuando reconocemos la dimensión de “lo político” y comprendemos que “la política” consiste en adaptar la hostilidad y en tratar de desactivar los potenciales antagonismos que existen en las relaciones humanas, es cuando podemos colocar lo que sostengo que es la cuestión central para la política democrática. Esta cuestión no es, dejando de lado a los racionalistas, cómo llegar a un consenso sin exclusión, dado que ello implica la erradicación de lo político. La política persigue crear unidad en un contexto de conflicto, desacuerdo y diversidad; siempre se trata de la creación de un “nosotros” por la determinación de un “ellos”. Lo nuevo de la política democrática no es superar la oposición nosotros/ellos –lo cual es una imposibilidad–sino la manera diferente como se asume.”

Una buena pauta a considerar en la conducción de los procesos políticos que son a la vez académicos se encuentra también en el texto citado:

“Una democracia confiable necesita el choque vibrante de las posiciones políticas democráticas. Si esto falta hay el peligro de que la confrontación democrática sea substituida por una confrontación entre otras formas de identificación colectiva, como es el caso con la identidad política. Demasiado énfasis en el consenso y la negación de la confrontación llevan a la apatía y a la indiferencia con respecto a la participación política. Peor aún, el resultado puede ser la cristalización de pasiones colectivas alrededor de temas que no se pueden manejar por el proceso democrático y la explosión de los antagonismos que pueden romper la misma base de la civilidad.”

Una iniciativa política de cambio universitario deberá tener esto en mente para elaborar propuestas que no sean autolimitantes como las que hemos experimentado en años recientes.

La especificidad institucional en cuanto a principios, procedimientos, organización y productos es la que le asigna la Constitución de la República a la Universidad de San Carlos como institución encargada de la educación universitaria del país, la encargada de promover la investigación “en todas las esferas del saber humano, promover la difusión de la cultura, y cooperar en el estudio y solución de los problemas nacionales.

Pero ésta que es la orientación formal y legal no es la única direccionalidad que tiene la Institución. También se la da el sentido que puede tener una universidad en el contexto histórico y social del país, y los aportes esperados para la construcción del futuro, por lo que una universidad es (el ser de la Universidad, su identidad, su compromiso, su papel en la historia y su destino) dadas las condiciones de la realidad social a las que debe responder. La especificidad y la identidad como universidad, en el caso de la Universidad de San Carlos de Guatemala, están íntimamente ligados a las responsabilidades de la institución, lo que manejamos nosotros quienes constituimos la Institución: educación, investigación, cultura, vida académica, además de lo que está expresado en los mandatos constitucionales. En el contexto de lo que planteo, el proceso político de cambio universitario debe atender a estas direccionalidades y sentidos en los discursos, diálogos y debates. Es necesario mencionar la razón de ser de una  universidad pública en Guatemala, aunque parezca que es obvio, por las acciones y algunas costumbres de la administración y la política institucional que demasiado frecuentemente se contraponen a los intereses legítimos de la vida académica. Algunos universitarios también parecen haberlo olvidado.

De ahí la necesidad de incorporar la categoría dual y simultánea de calidad académica con pertinencia social en todos los planes y programas. La reflexión y la autocrítica institucionales seguramente conducirán a reconocer la diversidad, las diferencias y los desacuerdos que tenemos acerca de hacia dónde ir y cómo hacerlo. Es importante conocer éstos como uno de los primeros pasos. Pero las mayores diferencias las encontraremos al discutir qué somos como país Guatemala, qué futuro debemos construir y qué sentido tiene ser la Universidad de San Carlos de Guatemala. Esas preguntas determinarán, a mi manera de ver, qué Universidad es la que necesitamos y habremos de construir.

Nuestra universidad debe ser independiente, crítica de los procesos sociales y políticos del Estado, del gobierno y de las instituciones más influyentes públicas y privadas, debe anticiparse a las oportunidades y los riesgos para construir el futuro, debe ser una universidad que tiene una producción importante de conocimiento para el país, que egresa profesionales dignos, académica y profesionalmente capaces y socialmente comprometidos, reconocidos por su ética y moral, sujetos sociales con orientación democrática. Necesitamos una institución que tiene la capacidad filosófica, científica y política de contribuir oportunamente a los procesos del contexto. Otras características son también importantes. Para conocerlas y reflexionar sobre ellas es necesario abrir los espacios deliberativos.

Seguramente encontraremos muchos desacuerdos acerca de cómo impulsar los cambios necesarios Pero en líneas generales, siendo deseables tales características, no las estamos percibiendo satisfactoriamente en nuestra Institución. Las acciones egoístas e individualistas parecen ganar cada día más y más terreno. Necesitamos entonces volver la vista a las ideas centrales. Somos una entidad académica, social y política. Como institución social y política con responsabilidades académicas y de pertinencia social, debemos conocer cuáles son las fuerzas que nos mueven, y cuáles son los dinamismos que nos envuelven contextual e históricamente. La moral institucional y el conflicto son fuerzas importantes que nos constituyen en nuestra institución, como en cualquiera otra entidad social. Pero debemos identificar cuáles son específicamente los elementos morales y los elementos de conflicto particulares en la Universidad.

Para esto necesitamos un movimiento que no sea sólo formal-institucional, debe ser también un movimiento incluyente, participativo, con orientación académico-política. Dicho de otra manera, nuestro problema es el diseño de un proceso democrático que incluya las aspiraciones de calidad académica con pertinencia social en sus deliberaciones. No puede ser ni sólo social, ni sólo político, ni sólo académico. De lo que se trata es de crear un movimiento participativo que encuentre y articule los esfuerzos convergentes para fortalecer lo que es universitario y que inicie una estrategia que tienda a eliminar los procesos de descomposición institucional. En esto último, por ejemplo, debemos distinguir, reconocer y erradicar el autoritarismo, el clientelismo y otros males institucionales.

Tal proceso no puede ser de nuevo un proceso formal como los que conocemos. Demasiadas veces hemos creído que tenemos un proceso de reforma, readecuación o transformación (más todavía los escuchamos como promesas vacías de contenido en casi cada campaña electoral interna). Ya sabemos que cuando mucho llegan a terminar en documentos. No es vida en documentos lo que necesitamos.

En lo dicho hasta acá no he hecho mención de los graves problemas que nos han deteriorado principalmente en los últimos quince años, aunque algunos de los más graves vienen desde mucho antes. Es necesario explorar y exponer con lenguaje explícito dichos problemas. La corrupción, la mediocridad, la mediocridad, el autoritarismo, el malgasto, la intolerancia y el dogmatismo son algunos de ellos. Estos problemas exigen medidas prontas y específicas. Urge constituir una entidad que vigile nuestros procesos institucionales, puede ser como una Comisión Institucional de Supervisión o de Transparencia, constituida por personas de reconocida honorabilidad, universitarios y no universitarios, con capacidad para ventilar los procesos internos. Es necesario el acompañamiento de una entidad así para asegurar hasta donde sea posible la independencia con respecto a las fuerzas políticas que tienen intereses ajenos a la Universidad.

En síntesis, necesitamos un proceso democrático que responda a lo que somos como universidad. La calidad académica con pertinencia social es una aspiración legítima y necesaria en una universidad guatemalteca y latinoamericana. El movimiento universitario de Guatemala liderado por la Universidad del Estado junto con las universidades privadas del país haría bien en asumir ese compromiso. Para lograrlo, es necesario impulsar dos procesos: 1) asegurar la calidad democrática de los procedimientos de decisión, y 2) alimentar constantemente con los suficientes insumos y las suficientes bases éticas al proceso reflexivo. Seguramente estas medidas estarán, junto con otras, en la construcción de procesos leales y honestos de trasformación institucional.


[1] Chantal Mouffe. “Deliberative Democracy or Agonistic Pluralism”. Deliberative Democracy or Agonistic Pluralism”. Reihe Politikwissenschaft / Political Science Series 72. Editor: Christine Neuhold. Associate Editor: Gertrud Hafner. ISSN: 1605-8003. © 2000 by the Department of Political Science, Institute for Advanced Studies (IHS), Stumpergasse 56, A-1060 Vienna. Disponible en Internet en el sitio:

Haz clic para acceder a pw_72.pdf

REFLEXIONES DE LA REFORMA UNIVERSITARIA

Reformar la Usac: Una nueva oportunidad

Dr. Carlos Chúa

Hace algunos días se celebró el 335 aniversario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, la cuarta universidad del nuevo mundo, después de la de Sto. Domingo (república Dominicana), San Marcos (Perú) y UNAM (México).  Cuando aún no existía Harvard, Baylor, UCLA, MIT (tecnológico de Massachusetts), la USAC ya formaba abogados y médicos con las ciencias de la época (el trívium y el quadrivium, dominados por la gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, astronomía y música) investidas en un ambiente escolástico y palaciego, pues le pertenecía a los religiosos católicos de la nobleza española.

Más de tres siglos han pasado y se plantea en la actualidad una segunda reforma universitaria, surgido el acuerdo por una crisis que significó 54 días de paro de labores en el 2,010.*  Ya en 1995-96 el Consejo Superior Universitario divisaba grietas en la vida académica y política de la USAC y se había planteado iniciar un proceso de reforma, mismo que tuvo pocos alcances por cuanto que los resultados no fueron vinculantes, es decir, el informe que se presentó luego de múltiples reuniones, talleres y discusiones, no fue ejecutado por las autoridades universitarias.  A diferencia del año 95-96, el proceso que ahora se abre lleva otro signo:  No parte de las necesidades observadas por el CSU, sino de los planteamientos realizados por estudiantes (denominados Estudiantes por la Autonomía) quienes argumentando pérdida de su capacidad electoral, pusieron en la mesa de discusión las debilidades de la USAC que han venido agravándose por la penetración de fuerzas políticas externas a la universidad en los procesos de selección de autoridades:  ya no se eligen por propuestas académicas, ya no se seleccionan cuadros académicos, técnicos y científicos, interesados en formar profesionales de calidad; se elige a candidatos que derrochan propaganda, coludidos con partidos políticos, a quienes les interesa la USAC por lo que representa en los comités de postulación para organismos del Estado (Junta Monetaria, Junta Directiva del IGSS, Corte de Constitucionalidad, Corte Suprema de Justicia, INACIF,  y varios otros organismos estatales).  Con estos mecanismos de selección de autoridades, no hay desarrollo, sino por el contrario, lo que existe ampliamente es una apatía en la comunidad docente y estudiantil, un desdén a la vida académica, un estancamiento de la educación superior, pues la institución crea clientes, operadores,  activistas  políticos y la academia va pasando a un segundo o tercer plano.

De acuerdo a como se están seleccionando las autoridades en la USAC, no puede existir desarrollo académico, técnico o científico, pues la inmoralidad y la falta de principios éticos, son la base en que se sustenta la dinámica política de este país que la ha penetrado  profundamente.

El año 2,011 abre la posibilidad de cambios en la única universidad pública de Guatemala por mandamiento constitucional, LA USAC, responsable de la educación superior, de la investigación de los problemas nacionales y propuestas de solución, de la cultura en todas sus manifestaciones y de la regulación en la incorporación de los distintos profesionales graduados en el extranjero.

Una mega universidad con más de 130,000 estudiantes en todo el país, que consume 1,300 millones de quetzales al año.  Y que representa una potencionalidad para el desarrollo de Guatemala inmensa.

No echemos en saco roto esta oportunidad y participemos todos y todas.  Los vientos son favorables.